Descripción
335 páginas. Los Fenicios, El Imperio De La Púrpura En La Antigüedad. Título original alemán: Die Phönizier, Das Purpurreich Der Antike. Traducción: Jaime Gascón Rodá. Gerhard Herm nació en 1931 en Crailsheim, y vivió en Ottobrunn, cerca de Munich. Estudió historia y economía política, primero en los Estados Unidos y luego en Munich. Después trabajó para la Radio y la Televisión. Durante este período produjo más de tres docenas de documentales sobre culturas de la cuenca mediterránea o sobre temas económicos. Ha viajado mucho y residido un año en Istambul. En 1972 le fue concedido el premio Ernst-Schneider con el que se galardona el mejor filme del año sobre economía. Gerhard Herm lleva escritos dos libros y ha colaborado en diversos libros de ensayos. Los fenicios crearon el alfabeto y dieron nombre a Europa. Circunnavegaron el continente africano, posiblemente estuvieron en América antes que los vikingos, construyeron el famoso templo de Jerusalén y cedieron una serie de sus dioses a los griegos. Edificaron sus ciudades en islotes artificiales del litoral libanes; captaban manantiales de agua dulce en los mares y construyeron puertos modernísimos. Es probable que fuera idea suya el primer canal de Suez, dos milenios antes que el de Lesseps. Y sin embargo, la historia solamente da una imagen deformada de este pueblo. Esto se debe a que siempre les hemos visto con los ojos de sus rivales, los griegos, porque ellos no han dejado constancia escrita de sus gestas. Hubo que esperar a que los historiadores modernos descubrieran que probablemente no eran de raza semítica pura, sino parientes de sus enemigos. Entre los antepasados de los fenicios figuran los héroes de Homero. Se daban a sí mismos el nombre de cananeos, y los judíos, vecinos suyos, los llamaban tiros y sidonios. El nombre de Phoinikes se lo dieron los helenos. Para los griegos era el Líbano el «País de la Púrpura», de donde procedían aquellas costosas telas teñidas de rojo. Luego también figuraron en el mundo romano como púnicos y cartagineses. Era un pueblo enigmático, famoso por su habilidad mercantil y por sus hermosas mujeres que en el templo se ofrecían a los forasteros como prostitutas sagradas. Pero jamás existió Moloc alguno al que, según la leyenda, sacrificaran a sus hijos. Es asombroso cómo un pueblo con un territorio tan exiguo lograra dominar el Mediterráneo sin recurrir a la guerra. Su buena estrella los abandonó cuando intentaron afianzar militarmente su imperio comercial.




