Descripción
Autobiografía de una familia mexicana. 521 páginas. Título original: The Children of Sanchez. Autobiography of a mexican family. Pocos subrayados en tinta. Oscar Lewis nació en Nueva York en 1914 y falleció en esa misma ciudad en los últimos días de 1970. Se doctoró en la Universidad de Columbia en 1940 y fue profesor de Antropología en Brooklyn College, en la Universidad de Washington y, desde 1948 hasta su muerte, en la Universidad de Illinois. Hizo trabajos de campo en Estados Unidos, España, india. Puerto Rico y Cuba, pero había de ser México el país que le diera su renombre universal a través de tres libros mayores: Antropología de la pobreza, Los hijos de Sánchez y Pedro Martínez. Ninguna de sus obras, con ser todas tan valiosas, puede compararse a la riqueza humana y a la fuerza dramática de Los hijos de Sánchez. El mérito de Osear Lewis no sólo consistió en crear un nuevo sistema de encuesta etnológica sino en saber aplicarlo llevándolo a sus últimas consecuencias. Tenía un amor por los más desvalidos y una sensibilidad literaria poco común entre los antropólogos, y estas dos virtudes, unidas a su constancia, le permitieron llegar al fondo de esas almas tan lastimadas y perturbadas. A diferencia de otros investigadores, supo participar en la vida de quienes le dieron materia de estudio y siempre fue su amigo. Lewis, como todos los etnólogos, inició sus investigaciones en un pueblo de campesinos. Sin embargo, él advirtió pronto que muchos de sus moradores emigraban a la ciudad en busca de trabajo, y al seguirles la pista, descubrió el ghetto de las vecindades y de las ciudades perdidas. Sus libros revelaron no sólo el horror de ese mundo sino los tesoros de sensibilidad, de inteligencia y de posibilidades humanas que encerraban. Lewis nos dijo lo que había detrás de la fachada de la prosperidad, provocando la indignación de los que medran ocultando la verdad en nombre del nacionalismo y mintiéndose a sí mismos. Ha muerto Oscar Lewis pero no se han extinguido las voces de los hijos de Sánchez. No callarán mientras no cerremos la herida donde él puso el dedo haciendo brotar el pus ya que ese pus sigue envenenando nuestras vidas y nuestras conciencias.
